Si fuéramos todos más conscientes del poder que encierran las palabras dejaríamos de hablar sin pensar, y tendríamos más cuidado a la hora de emitir sonidos por nuestra boca. De pequeña, no entendía lo que a veces me ocurría: si me enfadaba con mi mejor amiga y me decía algo que me molestaba, eso me hacía sentir mal, pero luego mi madre para consolarme me intentaba convencer de que no merecía la pena disgustarme, que eso era cosa de niñas y un momento de enfado pero al día siguiente ese enfado y las palabras hirientes de mi amiga las olvidaría, pues “Las palabras se las lleva el viento” y volveríamos a ser amigas…lo cierto es que aunque con dolor y a base de palos aprendí mucho pues ya empecé a seleccionar y a distinguir quienes eran realmente mis verdaderas amistades.
Luego con el tiempo aprendí a distinguir que no me debía tomar por igual , aunque fueran las mismas palabras , lo dicho por personas allegadas qué lo que me decían las no allegadas a mí; no es lo mismo ni el sentimiento es el mismo, un enfado con un familiar que con una persona a las que has visto dos veces….yo sin embargo desde adolescente me tomaba todo por igual, me dolía en la misma medida o me agradaba igual, pues no sabía distinguir esa diferencia, nadie me había enseñado y lo cierto es que lo pasaba francamente mal, cuestionándome el porqué de esas palabras, por qué yo recibía esas palabras de esas personas, y sobre todo porque me dolía tanto lo que me decían, y no sabía digerirlo y olvidar lo, le daba tanta importancia…que me olvidaba hasta de dormir dando vueltas y cuestionándome lo todo.
Aprendí, aunque tarde ( pues hubiese sufrido menos) gracias a un amigo que me explico la diferencia, y empecé a protegerme frente a personas a las que yo no les importaba y a gestionar lo que me decían las personas que me importaban…esa era la diferencia y pude hacerme fuerte y seguir avanzando.
Era muy inocente y pensaba que todo el mundo era bueno y no entendía el poder de mi pensamiento y menos como las palabras podían llegarme tan hondo, pero es que yo les daba permiso… ahora ya no. Decido yo a quien sí y a quien no le doy la llave de mis emociones.
Si me hubieran dicho que las palabras encierran tanta energía me hubiese evitado mucho sufrimiento y como bien dijo A. Einstein están vinculadas energéticamente a nuestro pensamiento.
Si entendiéramos el poder de la palabra jamás emitiríamos ningún juicio sobre nadie, y tendríamos más cuidado pues algunas hieren y en el momento en que lo hacemos no estamos más que proyectando nuestra propias debilidades y llevando la frecuencia de la energía a niveles negativos.
En mi curso de Coach pude experimentar de primera mano este sentimiento, la sensación y como nos afecta en el pensamiento si nosotros lo permitimos. De la misma forma aprendí que tengo el poder de transformar mi vida a través de las frases o palabras que pronuncio y me siento poderosa en pensamiento y en acción. Si constantemente estamos repitiendo frases negativas, de temor y odio, estamos transformando nuestro entorno justo en eso, por el contrario se repetimos palabras positivas estamos activando la energía para transformar nuestra vida y nuestra entorno en energía positiva que solo atrae lo bueno.
A mí siempre me ha encantado ser positiva, pero cuando niña me sentía muy atacada pues no sabía gestionarlo todo y todo entraba, pero doy gracias pues lo bueno ha dominado y me ha permitido avanzar, crecer y madurar pues a pesar de todo aprendía y aprendía, aunque me costará mucho y ahora que lo sé, ya no solo avanzo sino que corro y me siento más libre, con menos carga emocional, pues todo lo malo lo he dejado atrás y me retroalimento de lo bueno.
Las palabras son ese gran motor que mueve nuestra existencia. Se han utilizado para hacernos llorar o reír. Son capaces de herir o curar. Nos ofrecen esperanza o devastación. Con palabras podemos dar a conocer nuestras más nobles intenciones y nuestros más profundos deseos.
Por desgracia hay mucha gente que conoce el poder de las palabras y las utiliza en su beneficio, aprovechando la debilidad de los demás, algunos líderes como HITLER las utilizaba para transformar las emociones de su ejército y llevarlos a su ideal para adherirnos a sus causas y configurar el curso del destino. Las palabras no sólo pueden crear emociones sino también generar acciones y estas pueden ser devastadoras. ¡Cuidado!
Y de nuestras acciones fluyen los resultados de nuestras vidas.
Falta mucho por aprender y la educación es fundamental…desde aquí me gustaría hacer un llamamiento tanto a los padres como a los educadores de escuelas, que entiendan que la inteligencia emocional, la gestión de las emociones es fundamental para la supervivencia y la grandeza en las personas y todos estaríamos y seríamos más felices y haríamos más felices a los demás y todo sería más llevadero, se aprendería a razonar, analizar, a cuestionar y valorar lo que realmente importa.
La mayoría de nosotros elegimos inconscientemente las palabras que utilizamos, debemos darnos cuenta del poder que poseen las palabras si las elegimos sabiamente. Las palabras pueden herir nuestros egos, o inflamar nuestros corazones; pero tenemos la capacidad de cambiar instantáneamente cualquier experiencia emocional eligiendo, sencillamente, nuevas palabras para describir lo que estamos sintiendo. Las palabras “perseguir la excelencia” crean indudablemente mayor intensidad que “tratar de hacer las cosas mejor”.
Debemos utilizar un vocabulario transformacional que pueda permitirnos intensificar o disminuir cualquier estado emocional, tanto positivo como negativo. Imagínate la diferencia que deriva de juzgar una experiencia positiva como “espectacular”, “escandalosa” o “apasionada”, o simplemente juzgarla “buena”. ¿Hay una gran diferencia no crees?
Tenemos la oportunidad de hacernos con el control de nuestras experiencias Depende exclusivamente de nosotros poder modificar esa perspectiva.
Por ello, una de las dimensiones o pilar básico con el que trabajamos en Coaching es la dimensión del LENGUAJE. El lenguaje es generativo, genera realidades y tiene un gran poder TRANSFORMACIONAL. El lenguaje es ACCIÓN. Cuando hablamos actuamos, y con esas acciones transformamos el mundo, generamos posibilidades, alteramos el futuro y construimos identidades. En definitiva, hacemos que ciertas cosas pasen, cosas que no pasarían de no mediar el poder de la palabra
Rafael Echevarría, autor del libro “La Ontología del Lenguaje” y abanderado del Coaching Ontológico comenta en su libro que uno de los postulados principales del Coaching Ontológico es precisamente, que el lenguaje no sólo describe la realidad, sino que por medio de él se genera la realidad de la cual debemos ser consecuentes.
Y yo te pregunto : ¿Tu lenguaje te activa o te paraliza?“
Pregúntate: si “Eres como hablas o hablas como eres”
Tu coach.
Susi Nieto.
Pienso que a veces no somos suficientemente conscientes del poder que tenemos cada uno de nosotros mediante nuestros actos y nuestra palabra, es un don que poseemos desde que nacemos en nuestra condicion de seres humanos y que el saber interactuar con ello nos puede ayudar a ser mas felices
Gracias por tus palabras, cierto que es así y lo penoso es que somos muy pocos los que nos damos cuenta. Esperemos poco a poco entre todos cambiar esto y lograr que la gente sepa el gran poder que tiene.