EL AUTOCONCEPTO, LA AUTOESTIMA Y SU RELACIÓN CON LA EDUCACIÓN AFECTIVA QUE RECIBIMOS CUANDO ÉRAMOS NIÑOS…
La autoestima es quererse a uno mismo tal como es y el autoconcepto es lo que pensamos sobre nosotros y como nos comportamos según lo aprendido, la autoimagen es como nos vemos.
“No conseguiremos que nos valoren si antes no nos valoramos a nosotros mismos…”, “no conseguiremos que nos valoren si no nos sentimos dignos de ser valorados…”.
“El peor de los males que le pueden suceder al hombre es que llegue a pensar mal de sí mismo” escribió Goethe
El autoconcepto y la autoestima son de gran importancia en la vida de las personas. Los éxitos y los fracasos, la satisfacción de uno mismo, el bienestar psíquico y el conjunto de relaciones sociales llevan su impronta. Cuanto más positivos sean mejor se sentirán las en el aspecto personal, profesional y social.
El autoconcepto favorece el sentido de la propia identidad, constituye un marco de referencia desde el que interpretar la realidad externa y las propias experiencias, influye en el rendimiento, condiciona las expectativas y la motivación y contribuye a la salud y al equilibrio psíquico.
EL AUTOCONCEPTO Y LA AUTOESTIMA ESTÁN EN EL CENTRO DE LO QUE SUCEDE A TODO INDIVIDUO EN SU ESFERA PERSONAL Y SOCIAL.
Multitud de profesionales se han interesado desde hace tiempo en estas palabras AUTOCONCEPTO, AUTOESTIMA y la medida en que estos conceptos están relacionados con el proceso educativo y más específicamente con “LA EDUCACIÓN AFECTIVA”.
La estimación que un individuo siente hacia su persona es importante para su desarrollo vital, para su salud psicológica, su actitud ante sí mismo y ante los demás. El autoconcepto influye considerablemente en la conducta y en las vivencias del individuo y este se va desarrollando a lo largo de su vida, va creando su propia auto-imagen, NO NACE con un autoconcepto propio ya determinado.
Si es importante conocer la estima de una persona cuando ésta es adulta, aún lo es más descubrir cómo es esa imagen cuando se está formando. Es bastante frecuente confundir la autoestima con el autoconcepto y utilizar ambos como términos sinónimos. Aunque los dos conceptos están relacionados, no son equivalentes. En el autoconcepto prima la dimensión cognitiva, mientras que en la autoestima prevalece la valorativa y afectiva.
- ¿QUÉ ES LA AUTOESTIMA?, ¿QUÉ ES EL AUTOCONCEPTO?, ¿QUÉ ES EL AUTOCONOCIMIENTO?
La autoestima es una actitud hacia uno mismo, quererse y aceptarse respetando otros modelos. Como actitud es la forma habitual de pensar, amar, sentir y comportarse consigo mismo.
La autoestima conforma nuestra personalidad, la sustenta y le otorga un sentido. Se genera como resultado de la historia de cada persona, NO ES INNATA; es el resultado de una larga secuencia de acciones y sentimientos que se van sucediendo en el transcurso de nuestros días.
Según Nathaniel Branden (psicoterapeuta Canadiense) “las personas que gozan de una alta autoestima están lejos de gustar siempre a los otros, aunque la calidad de sus relaciones sea claramente superior a la de personas de baja autoestima. Como son más independientes que la mayoría de la gente, son también más francas, más abiertas con respecto a sus pensamientos y sentimientos. Si están felices y entusiasmadas, no tienen miedo de mostrarlo. Si sufren, no se sienten obligadas a “disimular”. Si sostienen opiniones impopulares, las expresan de todos modos. Son saludablemente autoafirmativas”.
La autoestima no es estática, puede crecer o empobrecerse. Es una forma de ser y actuar que radica en los niveles más profundos de nuestras capacidades, pues resulta de la unión de muchos hábitos y aptitudes adquiridos. Es la meta más alta del proceso educativo, pues es precursora y determinante de nuestro comportamiento y nos dispone para responder a los numerosos estímulos que recibimos.
La autoestima tiene una doble base. Por un lado se apoya en la información que llega de los demás sobre uno mismo; por el otro se fundamenta en la valoración subjetiva. Este último aspecto adquiere mayor significación a medida que uno crece. La valoración subjetiva está integrada por tres componentes:
- Componente cognitivo: Formado por el conjunto de conocimientos sobre uno mismo. Representación que cada uno se forma acerca de su propia persona. Varía con la madurez psicológica y con la capacidad cognitiva del sujeto. Incluye descriptores de diferentes tipos. Físicos (soy rubia), afectivos (sé que me gusta jugar al tenis), de capacidad (puedo resolver problemas difíciles).
- Componente conductual: Hace referencia al conjunto de habilidades que posee cada persona para desenvolverse en las diferentes áreas. Es específico y varía con las situaciones. Una persona puede ser muy hábil jugando al tenis y bastante torpe resolviendo cuestiones de razonamiento abstracto, por ejemplo. La información que se recoge de cada una de estas situaciones se aglutina para formar la valoración global que cada cual realiza de sí mismo.
- Componente afectivo: Sentimiento de valor que nos atribuimos y grado en que nos aceptamos. Puede tener un matiz positivo o negativo según nuestra autoestima: “Hay muchas cosas de mí que me gustan” o “soy un inútil, no hago nada bien”.
Estos tres componentes se relacionan entre sí. De este modo, en la valoración que la persona hace de sí misma, recoge sus habilidades, sus expectativas de éxito y la confianza en sus capacidades para enfrentarse a los retos de su vida.
Un autoconcepto positivo lleva a una autoestima positiva y viceversa. El autoconcepto y la autoestima son el resultado de un largo proceso, determinado por un gran número de experiencias personales y sociales. Los éxitos y los fracasos, las valoraciones y comentarios de las personas que rodean al niño y al adolescente, el ambiente humano en que crece, el estilo educativo de padres y profesores y los valores y modelos que la sociedad ofrece van construyendo el autoconcepto y la autoestima de forma casi imperceptible. El autoconcepto es una realidad psíquica muy compleja. Dentro de lo que es autoconcepto general se distinguen otros autoconceptos más concretos que se refieren a áreas específicas de la experiencia. Así, se puede hablar de autoconceptos: físicos, académicos, sociales, personal, emocional.
Por último el autoconocimiento es tomar conciencia de quién es uno mismo, qué se siente y como expresa uno mismo sus emociones. Constituye la piedra angular de la inteligencia emocional.
El niño que se conoce a sí mismo tiene la capacidad de observarse por dentro y por fuera, lo que siente y lo que hace; utiliza sus preferencias para guiar la toma de decisiones y va descubriendo sus capacidades y limitaciones.
Es importante conocerse para:
-Tener un concepto claro sobre uno mismo.
-Valorarse como un ser único.
-Saber lo que se siente en cada momento.
-Utilizar el cuerpo para expresar sentimientos y emociones.
-Tener confianza en las propias capacidades y cualidades.
-Respetar las cualidades de los demás.
-Expresar necesidades y deseos.
-Reconocer los gustos y preferencias.
-Tomar decisiones.
-Saber lo que uno mismo hace mejor y lo que uno mismo hace peor.
-Conocer a los demás.
Y tú qué… ¿Te quieres o te maltratas? ¿Crees que te conoces? O ¿te dejas llevar por lo que dicen de ti?
Tu coach.
Susi Nieto.
Dedicado a mí querida amiga R. Espero que te recuperes pronto y logres todo lo que te propongas y sobre todo quiérete mucho pues lo vales.