¿QUÉ TIPO DE MUJER-ESPOSA-MADRE-TRABAJADORA ERES TÚ?
«La tarea específica de las mujeres en épocas de cambio es procurar que no sean olvidados los componentes naturales de la sociedad: los seres humanos.”
Pero para ello nosotras no debemos perder nuestra esencia y alma de mujer y así llevar a cabo todo aquello que nos propongamos.
En esto de la mujer-esposa-madre-trabajadora (dentro o/y fuera de casa) hay muchos matices, tantos como mujeres y circunstancias. Ya lo decía Ortega y Gasset en aquella famosa expresión: «Yo soy yo y mi circunstancia (familiar, culturar, empleo, vivienda, movilidad geográfica, habilidades intelectuales, momento histórico, ambiente, cualidades, defectos…), y si no la salvo a ella no me salvo yo»
No nos podemos comparar entre nosotras. En estos tiempos que corren el modelo de mujer-esposa-madre-trabajadora ha cambiado, es una verdadera revolución que reclama cambios estructurales en las instituciones políticas, económicas, culturales y sociales.
“La sociedad está hecha por seres humanos que nacen, se educan y aprenden el arte de la humanidad, del trabajo y de fraternidad, en la familia, formada por un hombre y una mujer que se esfuerzan por amarse y tienen a sus hijos como prioridad en sus vidas”
Por ello está revolución dejará en pie a las sociedades que legislen primando el valor del ser humano, especialmente de aquellos más necesitados; que promuevan y apoyen la familia donde los padres puedan libremente y sin angustias económicas, elegir el número de hijos, y ofrecerles el cuidado que necesita su educación;
“La sociedad que vuelva a valorar la maternidad femenina como uno de los hechos que más realiza a la mujer, como nunca lo hará la adquisición de un bien económico”.
Aspirar a tener una familia es un objetivo que debe ser exaltado, no censurado.»
Y hoy en día debido, a cómo evoluciona la sociedad, las instituciones, cada vez nacen menos niños, la mujer tiene menos ayudas a la hora de compaginar maternidad y trabajo, digan lo que digan, y ese es nuestro desafío:
Ser mujer (la grandeza de la dignidad y su maternidad), y como no, nuestra aportación indiscutible en el ámbito familiar, laboral y social. Una mujer como igual pero diferente, distinta pero complementaria al hombre. Una mujer que se sabe portadora de un privilegio – su maternidad- del que la humanidad sale beneficiada, y por ello, le corresponde unos derechos, como muy bien señala J.Haaland Matláry .
El derecho de tener el apoyo de la sociedad, el derecho a la no interferencia en la vida reproductiva, el derecho a una vida laboral sin discriminaciones, y el derecho a educar a los propios hijos.
Dicho esto, lo que de verdad necesitamos son soluciones que se adapten a las necesidades reales, siempre hemos sido mujeres trabajadoras dentro y fuera de casa, todos debemos reivindicar- con orgullo y por justicia-, condiciones políticas, económicas, legislativas y administrativas que reconozcan la maternidad, protejan a la familia, y flexibilicen las condiciones de trabajo para las mujeres, no solo para humanizar el mundo laboral, sino para compatibilizar el papel de madre y de trabajadora.
Se trata de un acto de justicia, pero también de una necesidad pues somos muchas las mujeres que queremos compaginar- ¿Y por qué no?- el trabajo con la maternidad sin tener que renunciar a ser madres –trabajadoras fuera de casa, pero hay que tomar duras decisiones entre decidir entre su vida laboral o familiar, puesto que las necesidades económicas, el miedo a perder nuestro empleo (conocido también como “mobbing maternal”), o a no encontrarlo; y por supuesto, los horarios inhumanos que hoy vivimos, hacen difícil, muy difícil, encontrar un equilibrio adecuado para la dedicación de la mujer al trabajo y a la familia.
De lo que se trata, sencillamente, es que todos queremos ser mejores de lo que somos y trabajar mejor de lo que lo hacemos y, además, que la gente que nos rodea reconozca nuestra valía humana y profesional. No podemos ignorar que “cuando elegimos amar el trabajo que desempeñamos, todos los días podemos alcanzar el máximo de felicidad, sentido y satisfacción”
El maravilloso trabajo de la mujer-esposa-madre-trabajadora (dentro o/y fuera de casa) no tendría sentido sin fundamentarse en esta sencilla y a la vez, tan difícil regla: Poner el corazón en lo que hacemos, pensando en los beneficios que nuestra actitud aporta a los demás.
Dicho esto, me gustaría compartir una oda de una autora poca conocida (Virginia W.) dedicada a la mujer en la que todas nos sentiremos reflejadas.
A todas las madres, a las hermanas, a las amigas
Por esas noches de amor sin sueño, de carne dulce y leche tibia arrulladas por la luna
A todas las hijas del mundo, hijas de la tierra, del amor, del agua
A nuestra MADRE tierra, tantas veces olvidada, herida, siempre añorada
A todas las mujeres que trabajan, a las que sufren por hacerse camino en un mundo de hombres
A las que por ello dejan a un lado sus sueños más profundos, sus instintos, su fluir con las mareas de la eternidad
Por las que han sido mis rivales en esta lucha por el poder, y creyéndose enemigas, han olvidado conectarse con la hermandad sagrada que une a todas las mujeres del planeta
Por las mujeres que rezan, por las que siembran, por las que cosechan, por las que llevan un niño a la espalda
Por las mujeres solas, las abandonadas, las vendidas, las maltratadas
Para que podamos vivir una igualdad sin violencia, una maternidad sin culpas, un trabajo sin lucha
Y sobre todo para que podamos recuperar el eterno femenino, y podamos vivir nuestro ser mujer a pleno corazón
Sin tener que simular ser hombres, sin tener que dejar a nuestros hijos, reconectándonos con nosotras mismas y nuestra Tierra
Que podamos vivir nuestra espiritualidad femenina, nuestra fertilidad creativa, y aportar al mundo nuestra LUZ de mujer, nuestra esencia de flor, nuestro perfume, que es único, sutil y penetrante como el azahar en primavera
A todas mis amigas, enemigas, consejeras, maestras, compañeras, a mis abuelas, a mis bisabuelas
Y sobre todo, a MI MADRE, que me dio la vida, y me la sigue dando cada minuto de su existencia con su amor y su verdad.
Y yo os digo, después de compartir, estas opiniones y preciosa Oda que:
A veces nos centramos tanto e hacer felices a los demás que nos olvidamos de nosotras y cuando nos miramos al espejo, estamos cansadas, gordas, y feúchas…por ello os animo a que nos olvidéis de vosotras, de las mujeres tan maravillosas que somos, de nuestra esencia y debemos aceptar que no podemos ser mejores en todo y dejar de exigirnos tanto, solo así podremos vivir mejor y entre todas juntas haremos una sociedad en la que prime el ser humano y sólo nosotras como madres podemos hacerlo.